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SEDA O LA INVISIBILIDAD DE LOS DETALLES

La reseña siguiente fue publicada originalmente el 18 de septiembre de 2017 en el blog literario CreArte Literatura de donde fue tomada íntegramente sin ninguna modificación.

POR: CÉSAR ANDRÉS ZELEDÓN



Seda de Alessandro Baricco es uno de esos libros de los que uno siempre ha escuchado, de algún lado, pero no es hasta que ellos irrumpen en la vida, cuando por fin nos decidimos a leerlos. La primera vez que oí (o más bien leí) de él, fue en un artículo que hablaba sobre libros sencillos que fueran perfectos para obsequiar, al leer esto, me llamó la atención el argumento de la obra, tal vez por lo inusual: un comerciante francés que viaja en pleno siglo XIX todos los años a Japón para comprar huevos de gusano de seda. Pero, pese a ese inicial llamado de atención, pronto me olvidé de la novela.

Mi encuentro definitivo con la obra de Baricco se produjo hace unos meses, mientras asistía a un taller literario dirigido por Celso Santajuliana, un escritor mexicano que me sorprendió por su agudeza, lucidez y sobre todo por su particular sentido del humor. Él nos habló a nosotros, los alumnos, muy detalladamente de Seda y nos confesó que ese era su libro favorito.

A mí el nombre me sonaba e indagando un poco descubrí que era el mismo libro que tiempo atrás me había llamado la atención por su exótico argumento. Entonces fue ahí que me decidí por fin a leerlo. Sin embargo, por una u otra razón, fui postergando la lectura, pese a que cada día la tenía más presente en mi mente. No fue sino hasta hace unos días que empecé a leerlo por fin.

 Leí el libro de un tirón, al finalizarlo pude darme cuenta que estaba ante una joya bellamente elaborada y que esa joya me había decepcionado. Entonces sospeché dos cosas: la primera, que quizás el libro no era tan bueno como Celso había dicho; la segunda, que tal vez era yo quien no estaba preparado para leer Seda.

Un acceso de excesivo ego me hizo inclinarme más por mi primera hipótesis y descartar la segunda; sin embargo, ayer volví a ver a Celso, que de nuevo nos estaba impartiendo su taller literario, y en algún punto nos preguntó si ya habíamos leído el libro de Baricco y que qué nos había parecido. Levanté la mano y le dije con sinceridad que el libro era muy bello en cuanto a la forma en que estaba escrito, pero que al finalizarlo me había sentido un poco decepcionado. Sonrió y después se dirigió a todos nosotros, en general: «¿Alguno de ustedes se fijó en los pájaros?».

Pocos contestaron que sí y de ellos ninguno se fijó en la gran repercusión que la continua aparición de aquellos pájaros tenía en el libro. Además de los pájaros Celso empezó a desvelar los pequeños detalles que por su delicadeza nosotros (malos lectores según Celso) habíamos obviado. En efecto, yo descubrí que era un mal lector y que Seda era una obra maestra llena de delicados matices y sutiles historias secundarias que soportaban la historia principal.

«Una vez había tenido entre los dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener entre los dedos la nada».

El título Seda en este libro es, como la mayor parte de la obra, un símbolo porque todo lo que lo conforma (estructura, forma, tiempo, lugar, etcétera) es, además de bello, tan delicado como el tejido al que hace referencia el título. Uno a ratos tiene la impresión de estar leyendo la nada, de leer el silencio.

Si todo lo que he dicho no basta para convencerlos de leer Seda les dejo con el inicio del libro, una invitación rítmica y sutil a adentrarnos en el mundo de Baricco:

HERVÉ JONCOUR TENÍA 32 AÑOS.

COMPRABA Y VENDÍA.

GUSANOS DE SEDA.


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