Memorias de Adriano: La profunda erudición al servicio de la literatura
- LesEscribidores
- 5 ago 2020
- 5 Min. de lectura
Al adentrarme en su biografĆa āese recorrido siempre sesgado que otros trazan sobre la vida de alguienā, ver algunas de las pocas entrevistas que concedió cuando ya era una octogenaria y especialmente al leer una muy Ćnfima parte de su obra, uno se da cuenta que la figura de Marguerite Yourcenar estĆ” mĆ”s cercana a la de un monumento literario y cultural, que a aquello a lo que hoy dĆa, con bastante deuda, se considera un Ā«escritorĀ» o Ā«escritoraĀ». Un tĆ©rmino demasiado extendido y banalizado, por lo demĆ”s.
Sin embargo, también es vÔlido mencionar que aquel «monumento», aquella «gran escritora de la lengua francesa», como la llamó Bernard Pivot, fue sobre todo una mujer poseedora de una dimensión profundamente humana, llena de todas las contradicciones, fragilidades e incoherencias que acarrea por sà mismo la condición humana.
Marguerite de Crayencour nació un 8 de junio de 1903 en BĆ©lgica, de madre belga y padre francĆ©s. Su madre falleció a los diez dĆas de nacida, por complicaciones del parto. Su padre āun aristócrata francĆ©sā vuelve entonces a su paĆs de origen, llevando a la niƱa consigo. Ćl mismo se preocuparĆ” porque su hija tenga la mejor educación posible; y asĆ serĆ”. Marguerite de Crayencour, quien Ćŗnicamente hasta la publicación de su primera obra adoptarĆ” el nombre Yourcenar como seudónimo literario, recibe una educación exigente y refinada de la mano de una serie de institutrices privadas que le enseƱan, entre otras cosas, el griego y el latĆn. Algo que luego serĆ” decisivo en la trayectoria de la autora debido al interĆ©s que dedicarĆ” a todo lo relacionado con la cultura greco-latina, y que algunos aƱos despuĆ©s serĆ” el tema principal que conformarĆ” buena parte de su obra literaria.

Hablando de Memorias de Adriano, lo primero que hay para decir es que es una novela histórica muy bien lograda, sólida, con una calidad literaria indiscutible, una prosa que a ratos es poesĆa, y que a ratos tambiĆ©n es genuina metafĆsica (algo que se dice fĆ”cil, pero que es todo lo contrario). No habĆa tenido antes la oportunidad de leer a Marguerite Yourcenar, era para mĆ una escritora de la que sabĆa poca cosa, por eso me emocionó percatarme que la traducción del francĆ©s al castellano de este libro, estaba a cargo nada mĆ”s y nada menos que de Julio CortĆ”zar. De casualidad, lo vi un dĆa en un puesto de usados y me lo comprĆ© sin dudarlo mucho. LlevĆ© la novela a mi casa y la guardĆ© (casi nunca me ocurre que leo un libro inmediatamente despuĆ©s de que lo compro). Pasaron los meses y un dĆa por fin decidĆ embarcarme en la lectura de una novela de mediana extensión. EmpecĆ© a leer aquella Memorias sin saber nada de su argumento. Por su tĆtulo, sospechaba que hacĆan referencia a un antiguo emperador romano del que conjeturaba mĆ”s de lo que sabĆa. Recuerdo encontrarme inmerso mĆ”s pronto que tarde en las reflexiones, a veces demasiado filosóficas, de un viejo pronto a morir. A medida que se va leyendo, pronto descubrimos que aquel anciano moribundo es en realidad Adriano, ilustre emperador de Roma, un imperio tan vasto que cubrĆa desde lo que hoy es Glasgow (Inglaterra), Una buena parte de Europa y Oriente medio y hasta la casi totalidad del norte del Ćfrica.
La novela, de forma apresurada, podrĆa definirse como una larga epĆstola ficticia que el emperador envĆa al adolescente que serĆ” su sucesor tiempo despuĆ©s: Marco Aurelio, el filósofo. En esta larga carta Adriano, que gobernó el imperio entre 117 y 138 d.C., y fue reconocido como un notable estratega polĆtico y militar, comenta los episodios mĆ”s significativos de su vida y de paso se pone a aconsejar sobre el manejo administrativo del poder a su joven sucesor. Pero este libro es mucho mĆ”s que eso.
La autora, en las notas que realizó durante el proceso de escritura de esta novela, cita a Flaubert: Ā«Cuando los dioses ya no existĆan y Cristo no habĆa aparecido aĆŗn, hubo un momento Ćŗnico, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombreĀ». Y despuĆ©s la propia Yourcenar es quien comenta la cita de la siguiente manera: Ā«Gran parte de mi vida transcurrĆa en el intento de definir, despuĆ©s de retratar, a este hombre solo y al mismo tiempo vinculado con todoĀ». QuizĆ”s esa sea la mejor manera de hablar de esta novela, no es el simple retrato de un personaje histórico; es el retrato de toda una visión del mundo adherida a una Ć©poca en especĆfico. ChĆ©quense la siguiente cita, extraĆda de la propia novela:
Ā«En el momento en que te escribo sĆ© exactamente quĆ© estrellas pasan por TĆbur sobre este techo ornado de Estucos y pinturas preciosas, y cuĆ”les estĆ”n suspendidas, en otras tierras, sobre una tumba. Algunos aƱos despuĆ©s la muerte habrĆa de convertirse en objeto de mi contemplación constante, pensamiento al cual dedicarĆa todas las fuerzas de mi espĆritu que no estuvieran absorbidas por el Estado. Y quien dice muerte dice tambiĆ©n el mundo misterioso al cual acaso ingresamos por ella. DespuĆ©s de tantas reflexiones y de tantas experiencias quizĆ”s condenables, sigo ignorando lo que sucede detrĆ”s de esa negra colgadura. Pero la noche siria representa mi parte consciente de inmortalidadĀ». (p.138)
Otro punto fundamental āya no solo de este libro, sino en general de la obra de Yourcenarā es la calidad narrativa que se despliega en sus trabajos literarios. Su prosa es tan cuidada, tan exquisita e inteligente, a veces desbordada de referencias históricas y culturales, que asombra y admira. Esto puede aturdir y confundir al lector desprevenido. Por eso, quizĆ”s recomendarĆa iniciar a leerla con De cómo se salvó Wang-Fo, un cuento de unas cuantas pĆ”ginas, que es simplemente de una belleza tan sutil como innegable.
Y que podƩs leer acƔ: https://www.nexos.com.mx/?p=3685
En cuanto al Ć”mbito personal, la autora sólo ganó reconocimiento internacional hasta la publicación en 1951 de las Memorias, cuando ella rondaba ya los cincuenta aƱos. Mucho tuvo que ver en que el alcance de su obra tuviera esas dimensiones, la labor de Grace Frick quien ademĆ”s de ser su traductora Ćŗnica al inglĆ©s, fue su pareja y colaboradora por mĆ”s de cuarenta aƱos. Con ella convivió en Petite Plaisance, una pequeƱa estancia ubicada en Maine, al Noreste de Estados Unidos, donde ambas envejecieron. La periodista italiana Sandra Petrignani, en el capĆtulo dedicado a Yourcenar de su libro La escritora vive aquĆ (2002), cita las siguientes palabras de la escritora, refiriĆ©ndose a su relación con Grace: Ā«En fin, es algo muy sencillo: primero una pasión, despuĆ©s una costumbre y, al final, solo una mujer que cuida de otra mujer enfermaĀ».
Frick murió de cĆ”ncer en 1979, mientras que Yourcenar no morirĆa sino hasta ocho aƱos despuĆ©s, el 17 de diciembre de 1987. Al momento de su muerte realizaba los preparativos para un nuevo viaje a Oriente, de haberlo hecho aquel hubiese sido uno mĆ”s de los cientos de viajes que hizo alrededor del mundo, tanto en su juventud como en su vejez; puesto que fue una viajera incansable. Antes de morir, sin embargo, todavĆa tuvo que sufrir una Ćŗltima pĆ©rdida, la de Jerry Wilson, fotógrafo estadunidense de 36 aƱos -acaso su propio AntĆnoo- del que se cree que ella, pese a su avanzada edad, se enamoró perdidamente. Ćl era abiertamente homosexual, pero acompañó a la escritora desde la muerte de Grace, manteniendo una difĆcil relación que muchos biógrafos comentan que no estuvo exenta de ciertos episodios lamentables. Juntos realizaron innumerables viajes. Murió un aƱo antes que ella.
Al partir, Yourcenar dejó una obra invaluable en el campo literario, pero también un incansable activismo por un sinnúmero de causas sociales que buscaban realzar la dignidad humana, animal y ecológica por sobre todo el horror de las guerras, la miseria, el odio y la explotación.
César Andrés Zeledón
Fuentes bibliogrƔficas de esta reseƱa:
Petrignani, S. (2006). La escritora vive aquĆ. Madrid: Siruela.
Yourcenar, M. (1951). Memorias de Adriano. MƩxico: Debolsillo.