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Leer desde casa como nómadas (diez humildes sugerencias)

Actualizado: 12 jun 2020


En realidad, contrario a lo que he oído en redes sociales, no pienso que este tiempo de encierro (si es que contamos con el privilegio de poder permanecer en casa y además tomamos la responsabilidad de guardarnos voluntariamente) sea un espacio propicio para la tan ubicua productividad, ese lugar común al que tanto nos empuja y nos quiere acostumbrar la urgencia capitalista de nuestros días.


Yo mismo he comprobado lo extremadamente difícil que se hace mantener la mente enfocada en cualquier tipo de trabajo intelectual, o incluso físico, en estos momentos. Entre una cosa y otra, a mí en lo personal, se me ha hecho imposible agarrar un libro ‒y peor si se trata de esos adoquines de más de 350 páginas‒ para comenzar a devorarlo como un poseso de forma ininterrumpida (como si no tuviese nada más por hacer).


Antes, cuando no tenía internet ni tantas responsabilidades, podía hacerlo (y de hecho lo hacía), pero ahora, por esta o aquella circunstancia, me distraigo más cuando permanezco en casa. Mucho más. Como en tantas ocasiones anteriores (de dispersión extrema o, caso contrario, de poco tiempo libre) mi movimiento migratorio como lector ha sido naturalmente de la novela ‒género concreto y extenso‒ hacia los artículos de opinión, básicamente porque son textos accesibles que uno se encuentra de tanto en tanto mientras revisa con despreocupación Twitter o Face.


Sin embargo, también ahí me he encontrado muy pronto con un tope: ese exceso de actualidad rápidamente me sumerge por completo y termina por agobiarme. Por lo general, las opiniones dispares sobre lo que le espera o no a la sociedad en un futuro postpandemia, ya han terminado por cansarme. En realidad, me doy cuenta que tampoco estoy para eso; de hecho, lo más inteligente que he podido aprender en este tiempo encerrado en casa es vivir cada día y no más que eso, porque el inmaterial futuro es eso, el inmaterial futuro.


¿Qué me queda entonces? ¿Qué nos queda para llenar esas horas encerrados en casa?


La realidad es que hay muchas cosas gratificantes por hacer: la jardinería, juegos de mesa, perder cada maldita hora de vida en redes sociales…, en fin, cada quien es libre de escoger lo que mejor vaya consigo.


En este punto yo recomendaría también volver a la lectura, de alguna forma. Y si no volver a ella (porque puede que antes no hayamos tenido la oportunidad de acercarnos), iniciarla de una vez, empezar a transitar el camino para convertirnos en asiduos lectores. Sé que ahora todo esto de volver a leer o iniciar a hacerlo, suena algo contradictorio cuando yo mismo soy incapaz de leerme un libro grueso en la cuarentena, pero aguarden, permítanme explicarlo.


Creo no equivocarme, y tampoco ser el primero, al decir que el hábito de la lectura es un vicio que una vez adquirido ya no te abandona nunca, porque realmente trae más fortunas de las imaginadas inicialmente. Y que si bien es cierto que la lectura ‒no hay por qué negarlo‒ siempre será una actividad de entretenimiento que nos exija cierto esfuerzo intelectual para su goce, también es verdad que hay en la vida pocas satisfacciones comparables a encontrarnos con un poema que nos desnude el alma de forma imprevista, o con esa novela que nos haga sentir una vez finalizada menos inciertos en el oficio de vivir, o finalmente con ese cuento que nos hiera con la rápida puñalada de lo intenso y lo efímero.


Por fin, encauzo al cuento al que deseaba llegar…como dije al principio, ahora mismo, soy incapaz de someterme a la continuidad que exigen las novelas y los libros de cierta extensión, pero me encuentro con el agradable hallazgo de leer y releer algunos short stories escritos por autores de nacionalidad gringa, los cuales me han acompañado desde que los descubrí tiempo atrás en el afortunado PDF de una poderosísima antología del cuento norteamericano, recopilada por Richard Ford.


Todos los cuentos en general (Quiroga, Chejov, Munro), y estos en particular, son una de las mejores escuelas y deleites que he encontrado en la vida, Jonh Cheever, excepcional cuentista norteamericano, no me dejará mentir al respecto:


«¿Quién lee relatos, cuentos, narraciones breves? Uno se pregunta, y me gusta pensar que los leen hombres y mujeres en salas de espera; que los leen en viajes aéreos transcontinentales en vez de ver películas banales y vulgares para matar el tiempo; que los leen hombres y mujeres sagaces y bien informados quienes parecen sentir que la ficción narrativa bien puede contribuir a nuestra comprensión de unos y otros, y algunas veces, del confuso mundo que nos rodea (…) En los cuentos de mis estimados colegas ‒y en algunos míos‒ encuentro esas casas de verano alquiladas, esos amores de una noche, y esos lazos extraviados que desconciertan la estética tradicional. No somos nómadas, pero ‒sin embargo‒ subsiste más que una insinuación en el espíritu de nuestro gran país, y el cuento es la literatura del nómada»

La literatura del nómada. Curioso, ahora que a algunos nos tocará quedarnos en casa casi de forma indefinida, parece que somos cualquier cosa menos eso, quizás cabría preguntarse aquí si no somos más bien nómadas desde otro sentido mucho más profundo…


Para finalizar, dejo acá una humilde e imperfecta selección de diez cuentos estadounidenses que he elegido de manera un tanto arbitraria, la mayoría de los seleccionados están en la antología que mencioné anteriormente, pero algunos otros han sido lecturas que he descubierto por ahí casi de forma azarosa.


En esta pequeña lista, sin ningún orden en específico, se encuentran los relatos que a mí personalmente me han acompañado a lo largo de salas de espera o viajes en bus, pero que bien podrían acompañarnos ahora a aquellos que nos quedamos en casa y a los que no en estos días de incertidumbre.


  1. El incidente del Puente del Búho por Ambroce Bierce (https://ciudadseva.com/texto/el-incidente-del-puente-del-buho/)

  2. La gestión del dolor por Bharati Mukherjee (https://revistas.uva.es/index.php/hermeneus/article/view/2419/1951)

  3. William Wilson por Edgar Allan Poe (https://ciudadseva.com/texto/william-wilson/)

  4. Oh, ciudad sueños de rotos por Jonh Cheever (https://www.literatura.us/idiomas/jc_rotos.html)

  5. Conversación con mi padre por Grace Paley (https://www.literatura.us/idiomas/gp_padre.html)

  6. Catedral por Raymond Carver (https://www.literatura.us/idiomas/rc_catedral.html)

  7. La lotería por Shirley Jackson (https://ciudadseva.com/texto/la-loteria/)

  8. Una rosa para Emily por William Faulkner (https://ciudadseva.com/texto/una-rosa-para-emilia/)

  9. Optimistas por Richard Ford (https://www.literatura.us/idiomas/rf_opti.html)

  10. ¿Dónde vas? ¿Dónde Estuviste? por Joyce Carol Oates (https://www.literatura.us/idiomas/jco_donde.html)


Lo lamento, inicialmente dije diez, pero este no podía falta:

Los Asesinos por Ernest Hemingway (https://ciudadseva.com/texto/los-asesinos/)


César Andrés Zeledón

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