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Convocatoria general: Segunda participación

ENERGÍA DIVINA

por Marcelo Medone

Me quedaba una última oportunidad. Si no lograba convencerlos, los indígenas me iban a desollar vivo, beber mi sangre, decapitarme, extraer mi corazón y atravesarlo con una flecha, comer mi carne asada y utilizar mi piel para forrar sus tiendas. Mi hábito y mi crucifijo no me servirían de protección.


Hacía años que nuestra Compañía de Jesús se encontraba empeñada en fundar asentamientos evangelizadores entre los guaraníes, con buena y mala fortuna.


Así que allí estaba yo, el Padre Roque González, en el Año del Señor de 1628, encomendándome a Nuestra Señora, con la sagrada misión de fundar una nueva reducción, tratando de explicarles que el Señor Todopoderoso, “Creador del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible y lo invisible”, me había imbuido con su espíritu y su energía, ayudándolos a transitar el aguyé o Camino de la Perfección que lleva a la Tierra Sin Mal.


El cacique Ñezú se interesó por mi historia, especialmente sobre la energía del Altísimo que habitaba mi cuerpo mortal. Lamentablemente, me explicó que hay pocas maneras de transferir esa codiciada energía y que todas incluyen el sacrificio del donante.


Ahora, desde el Cielo de los Mártires, lo veo todo más claro.

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